La crianza no es una carrera de fondo llena de obstáculos que comienza cuando tu bebé ya está en este mundo o cuando empieza a gatear, o incluso a tener rabietas. ¡No! La crianza empieza desde el primer día de embarazo. Descubre por qué.
Cuando hablamos de crianza todos sabemos de qué hablamos, y es probable que vengan a la cabeza ideas como bebé, infancia, alimentación, protección, cuidados, seguramente también nos vengan a la cabeza los temas que más se oyen ahora relacionados con los niños como las temidas rabietas, la batalla de los límites, quitar el pañal… y seguro que también nos vendrá a la cabeza conceptos tan en boca de todos en nuestros días como crianza con apego, crianza respetuosa, crianza con amor… y sí, la crianza es todo ésto, pero sin duda la crianza es mucho más.
Tengo que decir que la RAE deja bastante que desear con la definición de crianza, que creo ya sería hora de actualizar, pues por crianza recoge:
» Dicho de una madre o de una nodriza: Nutrir y alimentar al niño con la leche de sus pechos, o con biberón.» o » Instruir, educar y dirigir»; quedando bastante pobre e incompleto. Porque
la crianza es un proceso más amplio y complejo que implica el compromiso, tanto a nivel biológico como personal por parte de los padres, de procurar un desarrollo y crecimiento adecuado del niño o la niña.
Existen muchos y variados estilos de crianza en función de qué relación se establece con el niño o la niña, qué conductas se utilizan y cuales son los principios que sostienen dicha relación y comportamiento. De ahí que nos movamos en un amplio abanico de estilos de crianza donde puede imperar el autoritarismo, la obediencia, los castigos, o la sobreprotección, la permisividad, los premios o por el contrario el equilibrio, las necesidades naturales, el diálogo, la afectividad, etc. Sin duda ahondar en los estilos de crianza es un tema amplio y del que en otro post profundizaré para explicar en qué consisten y las consecuencias de cada uno. Pero hoy quiero hablar de la base, del entender qué es la crianza, fuera de un estilo u otro, ( también para entender desde aquí el por qué de los estilos de crianza positivos para el correcto desarrollo del niño), y comprender desde qué momento empezamos a criar, es decir, a influir en el desarrollo de nuestro hijo/a, y tomar así conciencia de la importancia que ésto tiene.
Y es que a veces parece que vivimos el hecho de tener hijos como en dos momentos aislados: el embarazo y parto por un lado, y de repente, cuando nos vemos con un bebé en brazos por otro lado. Y es en este segundo momento cuando empezamos a recibir una vorágine de información sobre las cosas que tenemos que hacer para criar. Y desde que el bebé nace, muchas mamás y papás han compartido que la crianza es una carrera de fondo llena de obstáculos ( también lo definen así algunas personas que se dedican a asesorar en crianza, para mí de forma totalmente errónea). Comparten esa carrera de fondo que empieza con las noches en vela, los lloros, el biberón o la teta, el llanto de angustia cuando te separas del bebé, después sentís que respiráis un poco cuando empieza a gatear y ya lo podéis dejar en el suelo, pero después empieza a caminar y a cogerlo todo, a tirarlo todo; a los dos años las rabietas, el NO, los enfados… quitar el pañal, comienzo del cole, peleas en el parque, el que no quiere compartir, la primaria y las tareas escolares… y un suma y sigue. Suena agobiante, ¿verdad? pues así, con ese agobio viven muchas mamás y papás la crianza, realmente como una carrera de fondo que hay que aguantar. Y esto ocurre independientemente del estilo de crianza que lleváis, se repite y se hace común no solo el agotamiento, el cual es normal y es parte de este proceso, sino sentimientos negativos que en mi opinión si debemos alejar de nosotros, como la culpabilidad, frustración, negatividad, presión, y el no disfrutar al 100%.
La crianza, por supuesto que no es fácil, supone un inmenso cambio en nuestra vida a todos los niveles, es innegablemente muy muy cansado, y no es un camino de rosas. Pero si dejamos que nos invadan todos estos sentimientos negativos, el agotamiento mental será mayor y nuestros niveles de estrés serán más y más altos. Para no caer en esta carrera de fondo, veo clave que la crianza la miremos desde el mismo momento que nos quedamos embarazados ( tanto el hombre como la mujer, ambos, como un equipo de crianza), con el fin de conectar con el embrión, el feto y futuro bebé, y tomar profunda conciencia de la importancia que desde ese primer momento empiezan a tener nuestras emociones y pensamientos en el desarrollo de nuestro hijo.
Lo creo firmemente así por dos motivos, uno porque por experiencia propia, cuando trabajo con familias asesorandolos en crianza, este es el pilar fundamental que falla, su trabajo interno a nivel emocional y mental; un aprendizaje que cuanto más mayor es el hijo y más adquiridos tienen los padres ciertos roles, dinámicas y pensamientos en su día a día, más difícil es de cambiar. Un aprendizaje que tiene dos patas, uno el trabajo interno a nivel emocional y mental como ya hemos mencionado, y por otro lado la mirada hacia el futuro niño desde la observación activa, el respeto y las necesidades de cada uno ( madre, padre e hijo) para que todo fluya en armonía y equilibrio ofreciendo lo mejor para el bebé.
Y el segundo motivo por el que creo firmemente que la crianza empieza desde que nos quedamos embarazados, es por que la ciencia lleva ya unos años demostrando que
nuestro estado de estrés y tensión influye directamente en el desarrollo emocional y cognitivo del niño desde el embarazo.
Por tanto,
esto hace que nuestro estado emocional no solo afecta en el niño cuando éste ya ha nacido, ¡no!. Y aquí la razón de porqué la crianza empieza desde el embarazo, por que es ya en la barriga de mamá cuando empezamos a influir en su desarrollo cognitivo con nuestras emociones.
De modo que en el embarazo no solo hay que cuidarse física y nutricionalmente para que el bebé crezca sano, sino que es clave cuidar nuestro estado emocional y cognitivo. Nuestros pensamientos y en consecuencia los sentimientos que generemos van a influir directamente en el desarrollo cognitivo y emocional del bebé.
Sabemos gracias a la ciencia que cerebro y emociones están íntimamente unidos, sabemos que un bebé cuando recibe caricias, ternura, contacto afectivo, un tono de voz suave, etc. el cerebro manda ciertas órdenes a la parte del cerebro llamada hipófisis, la cual activa un correcto desarrollo para la edad correspondiente. Pero si en lugar de ésto, el niño recibe emociones negativas y tensión, el crecimiento puede llegar incluso a detenerse, debido a que la hipófisis segregará adrenocorticotrofina, la cual estimula la glándula suprarrenal, y ésta a su vez segrega cortisona, inhibiendo el crecimiento óseo. Por ello se hace necesario reflexionar y estudiar acerca de la información que se le hace llegar al feto, dando importancia a que nuestro bebé reciba una información amable y afectiva del mundo que le rodea.
Cada vez hay más estudios y evidencias sobre la influencia de las emociones de la madre en la vida intrauterina, revelando que desde el embarazo y a través de nuestros sentimientos, el bebé podría recibir sensaciones positivas o negativas acerca de si es deseado y bienvenido, con consecuencias directas en su desarrollo cerebral. De modo que se hace evidente el papel tan fundamental que no solo la madre, sino también tiene el padre, para crear un clima y un estado emocional estable, armonioso y positivo durante todo el embarazo.
Está claro que el embarazo dura lo que dura y tampoco es cuestión de estar en una nube emocional, porque somos personas y pasaremos por altibajos, nos podremos irritar, tener un momento triste o un momento de agobio, pero se trata de que conectemos con nuestros sentimientos más profundos y que el estado general en el que vivamos el embarazo sea lo más armonioso y amable emocionalmente con el bebé. Y en caso de pasar por situaciones difíciles o complicadas tanto a nivel personal, laboral o familiar, sería aconsejable acudir a un especialista que nos ayude a gestionarlo de la mejor manera para ambos. Y es que estas evidencias científicas han hecho que se esté profundizando en este tema y que cada vez haya más profesionales especializados en la psicología y la salud mental en la etapa perinatal. Por eso,
si estás embarazada, busca en la zona en la que vives un profesional de este tipo y asesorate.Empieza a cuidar tu estado emocional para empezar a criar con una base y una mirada sana desde el embarazo.
Os dejo un vídeo interesante en el que gran Eduardo Punset entrevista a Vivette Glover, psicobióloga del Imperial College London, en la que nos revela los resultados de un reciente estudio que está demostrando el impactante efecto que tiene el estrés y la ansiedad durante el embarazo en el desarrollo cognitivo del bebé y las consecuencias en su futuro.
Por todo ello os invito, tanto a mamás como a papás, a mirar la crianza DESDE el embarazo y como un PROCESO natural y extraordinario por el que procurar el mejor desarrollo para tu hijo. Un proceso de crecimiento y aprendizaje junto a tu bebé desde la calma y el disfrutar con todos los sentidos, en lugar de una carrera de fondo agotadora.
Esto nos permite crear en nuestra mente una mirada positiva y relajada de la crianza y de los niños, independientemente de las dificultades y el cansancio, con un objetivo claro:
tener tus emociones abiertas al asombro y aprendizaje, porque para que haya aprendizaje necesitamos emociones positivas, por lo que si concebimos la crianza solo como una carrera de fondo llena únicamente de esfuerzo, rabietas, culpabilidad, falsas expectativas, lenguaje negativo, etc. no habrá en tí el aprendizaje necesario que cada etapa de tu hijo te estará ofreciendo para que le acompañes de la mejor manera.
Y sin duda, si algo define a la crianza es APRENDIZAJE. Esta mirada no solo es más amable para tu hijo, sino para tí y para tu pareja.
Esta mirada hacia la crianza es el comienzo para poder mirar a tu bebé, a tu hijo o hija, desde la calma y el amor que requiere una buena crianza.
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