Desde los hogares y las aulas podemos apoyar la lucha por la igualdad criando y educando en el respeto y en la igualdad, y para ello debemos incidir en educar niñas seguras de sí mismas, que se conviertan en mujeres fuertes.
Y es que hoy en día la existencia de igualdad legal no implica una igualdad real. Para hacer frente a este desequilibrio se habla de «igualdad de oportunidades» como principio jurídico y de «equidad de género». Por ello es necesario abordar un cambio más profundo en los valores e ideas que mantienen en la sociedad las desigualdades, con el fin de lograr una igualdad real. Una carrera de fondo donde la coeducación desde edades tempranas juega un papel importantísimo. Lo primero que tenemos que tener claro a la hora de educar en nuestras aulas o en casa, son conceptos como género, estereotipos y roles de género.
Las diferencias biológicas son aquellas diferencias de carácter anatómico y fisiológico entre mujeres y hombres, que son universales y coinciden en tiempo y cultura. Sin embargo, hablar de género es referirnos a la construcción cultural que hace una sociedad a partir de las diferencias biológicas, atribuyendo unas aptitudes, roles y actitudes diferenciadas entre las mujeres y los hombres. De estas diferencias de género surgen los estereotipos de género, como el conjunto de cualidades y características psicológicas y físicas que una sociedad asigna a mujeres y hombres. Estos estereotipos crean los llamados arquetipos, es decir, fijan un modelo de ser mujer y un modelo de ser hombre, que parten por tanto de validación social y generan el sistema establecido de desigualdades por género. Ello se refleja en los roles de género, que son aquellas tareas, funciones y comportamientos considerados propios de hombres o de mujeres, de niños o niñas, por el mero hecho de pertenecer a uno u otro sexo y que se inculcan en todos los contextos desde la infancia.
Y ¿cómo podemos nosotros, desde cada una de nuestras casas o aulas, utilizar la educación como estrategia para lograr mujeres fuertes, seguras de sí mismas, autónomas, sin miedo a tomar decisiones incluso en contra de los arquetipos y roles construidos socialmente? La respuesta es la coeducación desde edades tempranas y especialmente desde la educación emocional, educando en una alta autoestima, sobre todo, a nuestras niñas, hijas y mujeres, de manera que en un futuro sean mujeres seguras de sí mismas y capaces de seguir luchando por sus derechos.
La autoestima se consigue en los primeros años de vida gracias a la transmisión que los padres hacen a los niños de esa autoestima. Tenemos que prestar mucha atención a los mensajes y al vocabulario que les trasmitimos, ya que a veces, cuando los adultos somos inseguros, bien por la educación recibida, por experiencias vividas muy estresantes, por divorcios que no sabemos afrontar, etc., generamos una ansiedad que les trasmitimos mediante mensajes negativos como «tú no sabes hacer esto», «así no te va a salir bien», «es que no lo vas a aprender nunca», que no ayudan a que los niños ni las niñas consigan hacer las cosas con confianza y seguridad.
Tampoco se trata de decirles continuamente que son los mejores o lo bien que hacen las cosas, no, pero sí desde pequeños valorar el esfuerzo y los logros, expresándoselo y haciéndoselo saber, como por ejemplo el momento en que empiezan a avisar para hacer pipí sin el pañal, o cuando logran ponerse la ropita (aunque se la hayan puesto al revés), o comer solos, etc. De esta manera estaremos reforzando el esfuerzo y la confianza en ellos mismos, y esto es dar seguridad. Sabemos que la seguridad es la base de la autoestima y la autoestima es la que va a hacer que estas niñas y niños afronten la vida con seguridad y sin miedo.
Además de reforzar positivamente los logros, tan importante para la autoestima, es también educar en el fracaso, puesto que la vida está llena de momentos de fracaso. El fracaso no es malo, es una nueva oportunidad para intentarlo otra vez de una mejor manera. Por ello es tan importante reforzar los logros como acompañar y no penalizar los fracasos. Y esto debemos hacerlo no con riñas o castigos, sino con la seguridad y motivación que dan los mensajes positivos, despertadores de una actitud proactiva y motivadora. Por que si por el contrario penalizamos los fracasos negativamente, estaremos fomentando miedo a la riña, a hacerlo mal o a confundirse.
Tenemos que tener claro tres ideas clave, en primer lugar es que confundirse o equivocarse es algo natural, y en segundo lugar, que estas equivocaciones no son más que nuevas oportunidades de aprendizaje. Y la tercera idea clave es que los seres humanos aprendemos significativamente cuando tenemos emociones positivas. Por tanto, la conclusión es que:
Solo cuando hay emociones positivas asociadas a los errores o fracasos, podremos aprender de ellos y volver a intentarlo de nuevo.
Así que, pensando en educar mujeres fuertes y valientes, si criamos y educamos a nuestras niñas ( y por supuesto también a nuestros niños) con mensajes positivos y motivadores, tanto ante los logros, pero sobre todo antes los fracasos, estaremos educando en una buena autoestima. La cual fomentará que las niñas se conviertan en adultas capaces de afrontar y enfrentarse a las equivocaciones y a los fracasos de la vida ( que no serán entonces entendidas como situaciones de fracaso, sino como nuevas oportunidades de aprendizaje), a las injusticias y les dará seguridad en sí mismas para luchar por sus derechos y sus sueños. Por tanto, desde la primera infancia debemos fomentar una buena base de autoestima dándoles seguridad y confianza en ellas mismas. Para ello tenemos que reforzar y valorar sus logros y también sus fracasos, pero sin emplear el chantaje para que consigan cosas, ni recompensando con regalos o premios materiales ante los logros. Ni por supuesto usar las riñas o los castigos ante los fracasos, sino motivando el esfuerzo y el deseo por luchar, intentar, perseguir y alcanzar sus propias metas. Nuestras principales herramientas serán la palabra, el ánimo, el positivismo, el cariño, la emoción, la actitud y sin duda el ejemplo.
Ante los logros nos resultará más fácil valorar su esfuerzo y felicitar su meta, pero ¿cómo actuar antes los fracasos o errores? , estos son los momentos realmente importantes, y los cuales van a forjar qué tipo de autoestima generamos en nuestras niñas, así que recuerda, ante un error, fallo o fracaso, no las penalices y acompáñalas del siguiente modo:
- Ayudando a gestionar el error y motivando nuevos intentos sin lenguajes negativos.
- Trasmitiendo entusiasmo por aprender y descubrir nuevas cosas. Incluso los propios fallos pueden dar nuevas pistas para resolver la situación de otro modo o de forma diferente.
- Poniendo importancia, curiosidad y emoción en las cosas que hacen y que son importantes para ellas, valorando su interés y su esfuerzo.
Para ello, utiliza siempre:
- Mensajes positivos pero verdaderos, sinceros y reales.
- El cariño
- La paciencia y perseverancia
- Escucha activa
- Comunicación empática
- Valida cualquier emoción presente en la situación
- Actitud lúdica y motivadora
- Tu ejemplo
Así estarás fomentando que:
- Se sientan seguras de sí mismas
- Sientan la confianza y el apoyo necesario para intentar nuevas oportunidades – Estén motivadas para aprender ante situaciones con logros como ante situaciones con fracasos
- Serán capaces de hacer las cosas por si mismas, con valentía y con capacidad de luchar por lo que desean
Solo las personas seguras de sí mismas, ( ya sean niñas, niños, mujeres u hombres) que se sientan capaces, con motivación y sin miedo a equivocarse, serán valientes para luchar por cambiar los valores y las ideas que sostienen un sistema de desigualdades de género, por un sistema de equidad de género real.
Así que… eduquemos desde el respeto y la igualdad, con autoestima y confianza.
Niñas seguras de sí mismas, mujeres fuertes y valientes.
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