Nos movemos en una sociedad cambiante, en una sociedad inquieta donde el ritmo acelerado va limitando la capacidad de serenidad, calma, paciencia, observación y consciencia. Y a veces, encontrar el equilibrio entre la demanda – oferta de nuevos productos y servicios, cada vez más innovadores, rompedores, tecnológicos y con el mayor número posible de comodidades, y por otro lado, la calma para contemplar lo sencillo, lo natural y la esencia de la naturaleza y del ser humano, se convierte en una complicada tarea.
” Reencontrarnos con los orígenes”
Para empezar a atajar este desequilibrio hemos de partir de una autocrítica personal, de manera que consigamos ser conscientes de cómo es nuestra vida. Es decir, si aún dedicamos tiempo para reencontrarnos con nosotros mismos y con la naturaleza, o si por el contrario estamos inmersos en el movimiento general y frenético, donde la esencia real de las cosas a veces se pasa por alto. Si partimos de nosotros mismo, podremos mejorar en nuestro aprendizaje presente a lo largo de toda la vida, y cómo no, contribuir en la mejora de nuestro entorno más cercano , social y laboral, e indirectamente sobre nuestra sociedad.
Poner distancia y marcar un punto de encuentro entre las nuevas tecnología y avances sociales, y nuestros orígenes, pasa sin duda por volver a la naturaleza. Richard Louv , (co-fundador y presidente de Children and Nature Network ) gran divulgador de los beneficios del contacto con la naturaleza en niños y adultos, definió el término “déficit de naturaleza”. Louv explica en su libro, Last Child in the Woods cómo nuestros niños están cada vez más desconectados del mundo natural y pasan más tiempo encerrados, (y en muchas ocasiones pegados a móviles, ordenadores o tablets) que al aire libre, viviendo así una “infancia desnaturalizada”. Un fenómenos que del mismo modo se extiende a los adultos y que también recoge en uno de sus libros, The Nature Principle.
Problemas como bajo rendimiento escolar, obesidad , falta de atención y depresión infantil están asociados a este fenómeno, sinónimo de la falta de jugar y experimentar en la calle, en la naturaleza, al aire libre. La falta de niños en las calles o en el campo se ha ido convirtiendo en un paisaje común en las ciudades, incluso en las zonas rurales. Algunos de los factores que podemos indicar como parte de la causa, son : el aumento de tráfico, falta de tiempo de las familias, la obsesión por el academismo y las extraescolares, el uso desproporcionado de las nuevas tecnologías y la falta de dejar hacer en la infancia.
Por ello, propuestas escolares donde se dé cabida al desarrollo de la inteligencia naturalista, la cual nos permitirá observar, entender, conocer y por tanto respetar y cuidar la naturaleza, no solo beneficiará a la sociedad, sino como explica su autor Howard Gardner, será imprescindible para la supervivencia del planeta. Si conseguimos que desde las escuelas se lleven a cabo cada vez más propuestas pedagógicas donde los niños experimenten y participen con el medio natural, y al mismo tiempo, desde las familias demos importancia y oportunidades de juego y experimentación con el entorno y la naturaleza, conseguiremos niños con mejor rendimiento escolar, mayor atención y curiosidad, además de que fomentaremos un correcto desarrollo psicomotor, con mejoras en la agilidad, el equilibrio y la coordinación. Así como la capacidad crítica, de resolución de conflictos y la creatividad se verán potenciadas.
Estos son algunos de los múltiples beneficios que conseguiremos en el aprendizaje, pero además la salud también se verá beneficiada y para quienes estén en contacto regular con la naturaleza, su sistema inmunológico tenderá a estar más fuerte, habrá menos alergias y asmas, menos problemas de obesidad y estrés infantil.
Las pitiüsas son unas islas inmejorables para poner en práctica la educación tanto escolar como familiar a través de la naturaleza, pues los maravillosos paisajes, tanto de campo como de mar, el fantástico clima y el espíritu de paz y serenidad único en estas tierras, nos ofrecen la mejor oportunidad para no tener niños ni adultos con “déficit de naturaleza”. Un ejemplo maravilloso que ahora mismo nuestros escolares disfrutan en la isla y hasta el mes de Abril, es la Setmana del mar. Una propuesta pedagógica donde los niños convivirán y participarán de la vida en el mar de forma directa. Una actividad donde se despertarán emociones, pues es toda una aventura para ellos, convirtiéndose así en una experiencia real de aprendizaje con el medio natural.
En definitiva y sin tratarse de ser antitecnológicos, anti-innovación o anticambios, ni mucho menos, se trata de encontrar un equilibrio y estar permanentemente en reencuentro con los orígenes, de manera que no perdamos la esencia de las cosas, disfrutemos de lo sencillo y escuchemos y sintamos, literalmente, la vida.
Y para ello creo sin duda, que una de las cosas mágicas que nos da estas islas, es este contacto cotidiano y directo con la naturaleza, así como las ganas de sus gentes por seguir reencontrándose con su esencia.
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